La elección de octubre
determinó que ningún candidato obtuviera más del 50% de los votos
emitidos y se eligió un Poder Legislativo en el cual ningún lema por sí
mismo tiene mayoría propia.
El 24 de noviembre hay que elegir entre Martínez o Lacalle
Pou. El pueblo decidirá en el marco de la convivencia pacífica y los
resultados que brinde la Corte Electoral serán acatados por todos. El
sistema tiene la virtud, que, a diferencia del anterior, al decir de
Hugo Batalla, el voto era tan secreto que uno no sabía a quién votaba
hasta que se dieran los resultados el día posterior a la elección. Nadie
puede hacerse el distraído y por eso es fundamental saber cómo será el
día después, que en este caso serán cinco años.
Lacalle Pou, Talvi, Manini, Novick y Mieres de los partidos Nacional,
Colorado, Cabildo Abierto, de la Gente e Independiente respectivamente,
firmaron un acuerdo (coalición multicolor) para impulsar una serie de
medidas en caso que Lacalle triunfe. El PERI no realizó ningún acuerdo.
En cambio, Martínez para llegar a la presidencia hace un llamado a la
reflexión individual de cada uno de los ciudadanos más allá de cual haya
sido su preferencia en octubre.
Todo indica que gane Martínez o Lacalle Pou, el parlamento será un
espacio de negociación constante, y habrá negociación en cada una de las
leyes y aún más en aquellas que necesitan dos tercios.
La vocación acuerdista de la coalición multicolor en caso de triunfar
tendrá serias dificultades. Lo saben y por ello se proponen la ley de
urgente consideración al solo objeto de negociar una vez y al inicio del
gobierno todo el paquete de sus iniciativas, cuyo principal objetivo en
caso de ganar se habrá cumplido, ya que no es otro que, el de desplazar
del gobierno al Frente Amplio. Su razón de ser es su propio límite y
defecto, pues en su discurso y en lo que será su accionar dejará de lado
a casi medio país (más del 40% como mínimo). Más allá de las
intenciones, la coalición multicolor no puede presentar certezas de cómo
será su gobierno pues necesita concretar pautas que, a poco menos de
diez días de las elecciones no lo ha hecho. A confesión de parte, relevo
de prueba ya que, si Lacalle Pou no gana, cada cual proseguirá su
camino.
Es decir, sobre la base de que la alternancia es buena, por
definición, le piden a la ciudadanía que crean que pueden mantener los
acuerdos los próximos cinco años, liderados por un herrerista de pura
cepa. Las declaraciones de Larrañaga, Sanguinetti y Manini, demuestran
lo contrario. A su vez, dentro de los partidos tradicionales, la
práctica y la experiencia parlamentaria es que los legisladores no están
sometidos a una disciplina partidaria fuerte, por lo que habrá
negociaciones múltiples y a varias bandas, con resultados inciertos y
dispares.
La historia muestra que los acuerdos celebrados entre los partidos
tradicionales desde 1985 hasta la fecha, han sido experiencias
negativas. No hace falta mucha memoria para recordar aquello de la
denuncia de los blancos sobre la “embestida baguala”, o la retirada del
acuerdo del Partido Nacional de la coalición que habían formado con el
Dr. Jorge Batlle. La experiencia para Montevideo del fracaso del Partido
de la Concertación es otra muestra, que del dicho al hecho hay siempre
un largo trecho.
Además, al momento de acordar, necesitan siempre a Cabildo Abierto.
Los acuerdos serán entonces en el mejor de los casos de centro derecha
pues a pesar que Manini no define a su partido como de izquierda ni de
derecha, es un secreto a voces en Uruguay y en el mundo, que Cabildo
Abierto es de derecha – derecha. Por otra parte, la mayoría de los
legisladores electos por este novel partido, no cuenta con una
trayectoria pública conocida, por lo que, brindarles la posibilidad de
decidir es firmar un cheque en blanco, y genera una absoluta
imprevisibilidad e inestabilidad política.
En cambio, en caso de ganar Martínez negociará desde una bancada con
pautas preestablecidas que apuntan al desarrollo del Uruguay productivo
con distribución y un fuerte énfasis en las políticas sociales con pleno
respeto a las garantías y libertades públicas, que se expresa en
“venimos con lo bueno, vamos a hacerlo mejor. Martínez ha demostrado en
la Intendencia de Montevideo que es capaz de acordar sin preconceptos,
por lo que como base habrá un gobierno moderado.
Si nos situamos en materia de derechos, en el equipo de Martínez se
encuentran a quienes por décadas sostienen y luchan por los derechos de
los colectivos más olvidados. En materia de desaparecidos, que es un
tema central para el país, del lado de la coalición multicolor, figuran
en primera línea muchos que no solo no han hecho nada, sino que han sido
artífices en la promoción y consolidación de la cultura de la
impunidad, en las que se reitera el negacionismo aún hoy, al sostener
que hablar de estos temas es tener los ojos en la nuca o es hablar de
cosas sin trascendencia, que pasaron hace mucho tiempo. Sólo este
aspecto bastaría para votar a Martínez.
Lo cierto es que en temas centrales como la educación, la seguridad,
el empleo o la vivienda, el país necesita acuerdos de largo plazo y que
involucre fuertemente a los actores principales. Solo un ejemplo, en
educación se debe comprender los estudiantes, docentes, padres y
funcionarios. El realismo mágico de la coalición multicolor olvida que
no se puede importar maestros, profesores para sustituir los actuales y
en estos temas el factor humano es central. Tampoco se puede sustituir a
los estudiantes que provienen de contextos críticos y muchos de ellos
provienen de hogares dónde nunca hubo un inscripto en secundaria.
Imponer cambios en contra de los maestros y profesores, será otra
experiencia fallida como la Ley de Educación General de Sanguinetti de
1973, modificada por una ley profundamente democrática de 2008.
En cuanto a la gestión, el Frente tiene acumulado en estos quince
años una experiencia de alto porte, con personas formadas no solo en la
teoría sino en la práctica. Es cierto que hubo errores, pero el saldo,
medido en índices objetivos e internacionales, es altamente positivo.
Los anuncios que ha hecho Martínez de sus eventuales ministros, combinan
experiencia y renovación en áreas importantísimas en las que no se
puede improvisar.
En el caso de un gobierno “multicolor”; ¿podrá armar equipos que no
sean solamente una repartija de cargos y de balcanización del Estado?
¿Repetirá la lógica de pésima gestión que muestra en los gobiernos
departamentales que administra la oposición sin alternancia alguna por
décadas? ¿Mantendrá criterios objetivos de relacionamiento entre el
gobierno central con los gobiernos departamentales o se volverá a la
anterior lógica de utilizar el aparato de la administración central para
castigar a los intendentes díscolos?
Un aspecto clave es cómo se va abatir el déficit fiscal, que es más
alto de lo deseable, sin perjuicio que otras variables son auspiciosas
como la inflación y la cantidad de reservas internacionales. El Frente
lo ha expresado claramente: se abatirá en forma gradual y sobre la base
del crecimiento por lo que no afectará las políticas sociales en curso
que se intentan profundizar.
Por su parte, la oposición pretende reducir gastos, pero su propuesta
está acotada a sus alianzas, como por ejemplo no incluye abordar el
presupuesto ni la caja militar. La fórmula será, según todo indica, no
indexar salarios y jubilaciones, bajo la flexibilización de los consejos
de salarios, por lo que, de concretarse, será un duro golpe a los
sectores de asalariados, jubilados y pensionistas. Lo que impactará en
el consumo interno y en las economías de los más vulnerables. Esta
propuesta demuestra que nada hay de batllismo en los acuerdos de la
coalición multicolor, si no del más ortodoxo pensamiento liberal que
ubica al estado en sus funciones primarias de ley y orden, asumiendo que
el mercado todo lo soluciona. Anti batllismo que incluye claro está, al
propio Partido Colorado.
Estos dos ejemplos de cómo va a conducirse el gobierno multicolor de
un ajuste y la imposición de cambios a como sea, solo traerá conflicto,
confrontación social, crisis y padecimiento para los sectores más
vulnerables, así como los trabajadores, jubilados y pensionistas.
Por último y nada menor, de acuerdo a los últimos acontecimientos
regionales, la política exterior es parte del debate electoral. Más allá
de los posicionamientos sectoriales del Frente Amplio, el Canciller Nin
Novoa ha promovido una política prudente y moderada sobre la base de la
aplicación del derecho internacional en la búsqueda y promoción de la
paz y seguridad basada en el multilateralismo, asumiendo ese criterio
desde el día uno de su gestión. Martínez ha señalado a Astori como
futuro canciller lo que genera de por sí, una cuota de responsabilidad y
prestigio en un cargo central del próximo gobierno, no solo en la
faceta política sino también la siempre delicada como necesaria
inserción comercial del país.
La coalición multicolor no ha explicado aún cómo será el
posicionamiento internacional que propone, ni si ubicará a Uruguay en
una línea de alta exposición alineada al Grupo de Lima. La forma en que
se contradicen los principales líderes de la oposición al calificar los
acontecimientos de Bolivia, de Talvi que señala el golpe de Estado, al
de Manini que sostiene que los militares y policías cumplen con su deber
patriótico, muestra que no le será nada fácil atar esas diferencias tan
grandes que se expresaron en el pasado y se expresan hoy: Sanguinetti
reanudó relaciones exteriores con Cuba y Jorge Batlle una década después
las rompió, aún sin explicación de por qué sucedió.
No tengo duda yo voto a Daniel Martínez. Elijo un gobierno moderado
orientado al centro izquierda que da certezas en el que se seguirá
priorizando solucionar el déficit social, identificando y erradicando
nuevas vulnerabilidades, sin perder de vista el necesario orden de las
cuentas públicas y en particular el déficit fiscal. Pero tales acciones
deben tomarse de manera tal, que no paguen aquellos que menos tienen.
Un gobierno que por tres períodos ya dio suficientes muestras de
construir relaciones civilizadas con los gobiernos departamentales, con
el movimiento social y el mundo del trabajo que ha generado condiciones
de inversión estables.
Un Presidente que pueda convocar a los consensos nacionales en
aquellas materias de política que necesitan grandes acuerdos y largo
plazo para avanzar. Un candidato que tiene credenciales de gestión,
diálogo y negociación; que en su equipo convoca a la gran mayoría de
referentes que han luchado desde siempre contra la cultura de la
impunidad.
El día después, sabré que mi voto no colaboró con la incertidumbre y
la centro derecha. Sé que la coalición multicolor nos ubicará, cuando
apliquen las medidas que los unen, en una situación de enorme
confrontación social. Quisiera, deseo estar equivocado.
El 24 de noviembre hay que elegir entre Martínez o Lacalle Pou. El pueblo decidirá en el marco de la convivencia pacífica y los resultados que brinde la Corte Electoral serán acatados por todos. El sistema tiene la virtud, que, a diferencia del anterior, al decir de Hugo Batalla, el voto era tan secreto que uno no sabía a quién votaba hasta que se dieran los resultados el día posterior a la elección. Nadie puede hacerse el distraído y por eso es fundamental saber cómo será el día después, que en este caso serán cinco años. Lacalle Pou, Talvi, Manini, Novick y Mieres de los partidos Nacional, Colorado, Cabildo Abierto, de la Gente e Independiente respectivamente, firmaron un acuerdo (coalición multicolor) para impulsar una serie de medidas en caso que Lacalle triunfe. El PERI no realizó ningún acuerdo. En cambio, Martínez para llegar a la presidencia hace un llamado a la reflexión individual de cada uno de los ciudadanos más allá de cual haya sido su preferencia en octubre. Todo indica que gane Martínez o Lacalle Pou, el parlamento será un espacio de negociación constante, y habrá negociación en cada una de las leyes y aún más en aquellas que necesitan dos tercios. La vocación acuerdista de la coalición multicolor en caso de triunfar tendrá serias dificultades. Lo saben y por ello se proponen la ley de urgente consideración al solo objeto de negociar una vez y al inicio del gobierno todo el paquete de sus iniciativas, cuyo principal objetivo en caso de ganar se habrá cumplido, ya que no es otro que, el de desplazar del gobierno al Frente Amplio. Su razón de ser es su propio límite y defecto, pues en su discurso y en lo que será su accionar dejará de lado a casi medio país (más del 40% como mínimo). Más allá de las intenciones, la coalición multicolor no puede presentar certezas de cómo será su gobierno pues necesita concretar pautas que, a poco menos de diez días de las elecciones no lo ha hecho. A confesión de parte, relevo de prueba ya que, si Lacalle Pou no gana, cada cual proseguirá su camino. Es decir, sobre la base de que la alternancia es buena, por definición, le piden a la ciudadanía que crean que pueden mantener los acuerdos los próximos cinco años, liderados por un herrerista de pura cepa. Las declaraciones de Larrañaga, Sanguinetti y Manini, demuestran lo contrario. A su vez, dentro de los partidos tradicionales, la práctica y la experiencia parlamentaria es que los legisladores no están sometidos a una disciplina partidaria fuerte, por lo que habrá negociaciones múltiples y a varias bandas, con resultados inciertos y dispares. La historia muestra que los acuerdos celebrados entre los partidos tradicionales desde 1985 hasta la fecha, han sido experiencias negativas. No hace falta mucha memoria para recordar aquello de la denuncia de los blancos sobre la “embestida baguala”, o la retirada del acuerdo del Partido Nacional de la coalición que habían formado con el Dr. Jorge Batlle. La experiencia para Montevideo del fracaso del Partido de la Concertación es otra muestra, que del dicho al hecho hay siempre un largo trecho. Además, al momento de acordar, necesitan siempre a Cabildo Abierto. Los acuerdos serán entonces en el mejor de los casos de centro derecha pues a pesar que Manini no define a su partido como de izquierda ni de derecha, es un secreto a voces en Uruguay y en el mundo, que Cabildo Abierto es de derecha – derecha. Por otra parte, la mayoría de los legisladores electos por este novel partido, no cuenta con una trayectoria pública conocida, por lo que, brindarles la posibilidad de decidir es firmar un cheque en blanco, y genera una absoluta imprevisibilidad e inestabilidad política. En cambio, en caso de ganar Martínez negociará desde una bancada con pautas preestablecidas que apuntan al desarrollo del Uruguay productivo con distribución y un fuerte énfasis en las políticas sociales con pleno respeto a las garantías y libertades públicas, que se expresa en “venimos con lo bueno, vamos a hacerlo mejor. Martínez ha demostrado en la Intendencia de Montevideo que es capaz de acordar sin preconceptos, por lo que como base habrá un gobierno moderado. Si nos situamos en materia de derechos, en el equipo de Martínez se encuentran a quienes por décadas sostienen y luchan por los derechos de los colectivos más olvidados. En materia de desaparecidos, que es un tema central para el país, del lado de la coalición multicolor, figuran en primera línea muchos que no solo no han hecho nada, sino que han sido artífices en la promoción y consolidación de la cultura de la impunidad, en las que se reitera el negacionismo aún hoy, al sostener que hablar de estos temas es tener los ojos en la nuca o es hablar de cosas sin trascendencia, que pasaron hace mucho tiempo. Sólo este aspecto bastaría para votar a Martínez. Lo cierto es que en temas centrales como la educación, la seguridad, el empleo o la vivienda, el país necesita acuerdos de largo plazo y que involucre fuertemente a los actores principales. Solo un ejemplo, en educación se debe comprender los estudiantes, docentes, padres y funcionarios. El realismo mágico de la coalición multicolor olvida que no se puede importar maestros, profesores para sustituir los actuales y en estos temas el factor humano es central. Tampoco se puede sustituir a los estudiantes que provienen de contextos críticos y muchos de ellos provienen de hogares dónde nunca hubo un inscripto en secundaria. Imponer cambios en contra de los maestros y profesores, será otra experiencia fallida como la Ley de Educación General de Sanguinetti de 1973, modificada por una ley profundamente democrática de 2008. En cuanto a la gestión, el Frente tiene acumulado en estos quince años una experiencia de alto porte, con personas formadas no solo en la teoría sino en la práctica. Es cierto que hubo errores, pero el saldo, medido en índices objetivos e internacionales, es altamente positivo. Los anuncios que ha hecho Martínez de sus eventuales ministros, combinan experiencia y renovación en áreas importantísimas en las que no se puede improvisar. En el caso de un gobierno “multicolor”; ¿podrá armar equipos que no sean solamente una repartija de cargos y de balcanización del Estado? ¿Repetirá la lógica de pésima gestión que muestra en los gobiernos departamentales que administra la oposición sin alternancia alguna por décadas? ¿Mantendrá criterios objetivos de relacionamiento entre el gobierno central con los gobiernos departamentales o se volverá a la anterior lógica de utilizar el aparato de la administración central para castigar a los intendentes díscolos? Un aspecto clave es cómo se va abatir el déficit fiscal, que es más alto de lo deseable, sin perjuicio que otras variables son auspiciosas como la inflación y la cantidad de reservas internacionales. El Frente lo ha expresado claramente: se abatirá en forma gradual y sobre la base del crecimiento por lo que no afectará las políticas sociales en curso que se intentan profundizar. Por su parte, la oposición pretende reducir gastos, pero su propuesta está acotada a sus alianzas, como por ejemplo no incluye abordar el presupuesto ni la caja militar. La fórmula será, según todo indica, no indexar salarios y jubilaciones, bajo la flexibilización de los consejos de salarios, por lo que, de concretarse, será un duro golpe a los sectores de asalariados, jubilados y pensionistas. Lo que impactará en el consumo interno y en las economías de los más vulnerables. Esta propuesta demuestra que nada hay de batllismo en los acuerdos de la coalición multicolor, si no del más ortodoxo pensamiento liberal que ubica al estado en sus funciones primarias de ley y orden, asumiendo que el mercado todo lo soluciona. Anti batllismo que incluye claro está, al propio Partido Colorado. Estos dos ejemplos de cómo va a conducirse el gobierno multicolor de un ajuste y la imposición de cambios a como sea, solo traerá conflicto, confrontación social, crisis y padecimiento para los sectores más vulnerables, así como los trabajadores, jubilados y pensionistas. Por último y nada menor, de acuerdo a los últimos acontecimientos regionales, la política exterior es parte del debate electoral. Más allá de los posicionamientos sectoriales del Frente Amplio, el Canciller Nin Novoa ha promovido una política prudente y moderada sobre la base de la aplicación del derecho internacional en la búsqueda y promoción de la paz y seguridad basada en el multilateralismo, asumiendo ese criterio desde el día uno de su gestión. Martínez ha señalado a Astori como futuro canciller lo que genera de por sí, una cuota de responsabilidad y prestigio en un cargo central del próximo gobierno, no solo en la faceta política sino también la siempre delicada como necesaria inserción comercial del país. La coalición multicolor no ha explicado aún cómo será el posicionamiento internacional que propone, ni si ubicará a Uruguay en una línea de alta exposición alineada al Grupo de Lima. La forma en que se contradicen los principales líderes de la oposición al calificar los acontecimientos de Bolivia, de Talvi que señala el golpe de Estado, al de Manini que sostiene que los militares y policías cumplen con su deber patriótico, muestra que no le será nada fácil atar esas diferencias tan grandes que se expresaron en el pasado y se expresan hoy: Sanguinetti reanudó relaciones exteriores con Cuba y Jorge Batlle una década después las rompió, aún sin explicación de por qué sucedió. No tengo duda yo voto a Daniel Martínez. Elijo un gobierno moderado orientado al centro izquierda que da certezas en el que se seguirá priorizando solucionar el déficit social, identificando y erradicando nuevas vulnerabilidades, sin perder de vista el necesario orden de las cuentas públicas y en particular el déficit fiscal. Pero tales acciones deben tomarse de manera tal, que no paguen aquellos que menos tienen. Un gobierno que por tres períodos ya dio suficientes muestras de construir relaciones civilizadas con los gobiernos departamentales, con el movimiento social y el mundo del trabajo que ha generado condiciones de inversión estables. Un Presidente que pueda convocar a los consensos nacionales en aquellas materias de política que necesitan grandes acuerdos y largo plazo para avanzar. Un candidato que tiene credenciales de gestión, diálogo y negociación; que en su equipo convoca a la gran mayoría de referentes que han luchado desde siempre contra la cultura de la impunidad. El día después, sabré que mi voto no colaboró con la incertidumbre y la centro derecha. Sé que la coalición multicolor nos ubicará, cuando apliquen las medidas que los unen, en una situación de enorme confrontación social. Quisiera, deseo estar equivocado.
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